domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuaderno N°8 - IV

Me importó la luna escondida en las nubes, el sábado de noche,
mientras buscaban por ahí las explicaciones,
escuché tus canciones, y después huí.

Te vi caer junto a la lluvia delicadamente sobre todo,
mojando las manos, el papel, la carretera, tu bolso,
te mire caminando desde lejos, con miedo de hablarte
haciendo un hueco con fuego para preservar esta alianza.

Quemado de poco, escribiendo con carbonilla tu nombre,
abandonando el sueño aquel de hacer el por sí mismo,
para darte un abrazo a la vuelta, dejando librado al azar,
los libros, y entonces, el conocimiento...
Las canciones desesperadas. Por ejemplo.

Hacía con la tristeza una figurilla de palo,
sin ojos, ni oído, ni boca.
Tímida. Callada y distante.
Hermosa. Locuaz. Inteligente. Y yo callado.

Me importó la luna, porque quise dártela, pero había nubes,
y la protegían. La noche te cuido.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cuaderno 8 - III

Es efectiva la muerte que cumple su cometido,
el viento es efectivo,
el universo lo es.

No sé de dónde viene la pausa que tiene la luz,
ni sé de dónde la poesía cayó como una gota de aceite en mi mano,
no sé por qué los regalos vinieron adentro mío,
no sé de dónde, por qué, ni cuándo...

No sé.

No sabré si habrá día que termine el ciclo de la luna.
Ni me detendré a mirar fuera.
Yo no sé de dónde viene tu ayuda generosa.
Sé que hay un amor posible todavía.
Una carta se guarda bien segura en el bolsillo
la humanidad confabulará el jugarla.

Si había una posibilidad, querrá usarla.

Los autos entonces cada día más veloces
te alejan tanto de mí que no volveré a verte,
podré pensarte, pensándome, entre el estremecimiento y el calambre del alma.

Un dolor que dobla el género del pantalón,
que sube por la rodilla buscando entre la carne al espíritu que existe.
Un dolor auténtico.
Un ahogo que ya no tendrás.

Mientras la brillante catedral del hombre se apoye en tus hombros de miel
y yo te espere colgado entre las flores de la odiosa primavera,
que confabulado con el calor se empeñan en traer el verano.

Hemisferio de salud el mío,
que es rayano de tanta muerte zonza,
que viene enamorando vivos,
cumpliendo siempre su cometido.

La vida habrá cumplido.
Cumplido.


lunes, 19 de noviembre de 2012

Cuaderno 8 - II

Dejan de cerrar los ojos. Dejan de andar.
El sol, las nubes, el calor, el mundo.
La sociedad que no entra en este cuaderno
los milenios y las campanas que ya no tienen sentido
que ya no suenan anunciando nada
su ruido,
su canción,
su sentido de alarma.

La sombra que embellece a la luz,
el agua sobre el cielo y por debajo,
la mención de la conducta en velo
de escribir por escribir en un cuaderno,
y que se haga por que sí,
por el amor.

Que tenga el contenido de mí mismo
entendiendo que puedo apreciar el mundo en el que vive
no sólo mi impiedad, mis buenas noches,
sino lo universal de cada uno.

Dejar cerrados los ojos, abandonando el control del párpado superior,
intentando filtrar la última estela de luz
y sentir que la paz es en sí porque sí puede.
Que el amor es formular y así será de nuevo
y escribir por escribir, preparando en el camino lo más viejo.
Y dejar que vuelva a mí lo que habré sido
sin sentido capaz, sin la ilusión del perdón
campana vieja, de palo, la que no canta un sonido.

Entender cuán brutal habrá sido la cultura
con los hombres,
que ya no encienden el fuego por el frío.
Que no toman el agua por la sed.
Ni aman por amar,
en este siglo.

Abandonar la campana de palo,
que ya no suena,
y entender el mecanismo del sonido.

Tarea para el fin del mundo.
Objeto de mi objetivo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Cuaderno 8

Afuera hace frío y voy afuera,
las manos pueden administrar la caligrafía,
una costura delicada entre ideas,
como el suplicio que llora el condenado,
caprichoso como la marea;

las ramas que han sido desvoluntarizadas,
que han sido sometidas por no responder,
ramas fuertes, ramas viriles,
ramas visibles e invisibles,
inservibles al modelo pretendido;
hacen un humito ascendente;
que nubla el cielo de a poco,
así como yo me consumo...

Soy genuinamente una poesía,
el experimentador de la emoción que evadís,
una marquesina que se desalinea,
por tenerte nuevamente mi tesoro de luna,
por no poder dormir con nadie
que no se permita soñarme como a mí me soñó ella,
tan completo, tan irregular e infiel,
viéndome feliz con mi riqueza de sal,
tan real que nada de noche,
en la soltura del agua eminente
al tema musical que aún me suena
en el apedreo constante que la juzga en mi memoria,
en mi versión privativa y distinta de la Magdalena.